Tórridas y salvajes, como el calor.
Ruidosas y fugaces.
Juegan con los sentidos, los sacuden y extasían, para
dejarlos desiertos. De profundo que el aroma a la tierra y el fresco verde los
impregna y sin más los abandona, quedando apenas una débil reminiscencia para poder reconocerlos, la
próxima vez.
Juegan con el silencio al momento en que se calman, hasta
que los pájaros sin culpa, cantan de nuevo.
Juegan con la fantasía de creer en el alivio, hasta
que los rayos del sol sin culpa, de nuevo
tocan el suelo mojado.
Y juegan a dejarte envuelto en humedades, oliendo los
vapores que la tierra emana, agobiado.
Y de nuevo, también, ilusionado… hasta la próxima vez.