Podría decir que huele a damascos,
como algunas mañanas de mi infancia.
Y a todos los veranos....
Que embriaga de magia
y que desmaya a las abejas
que lo celebran.
Que ni el cielo es el límite,
y que entra por las ventanas,
y perfuma las sábanas de los cuartos.
Y que se pueden sospechar las mejillas que besó
y los lugares donde ha estado..
Pero no existe la palabra que lo diga.
No se ha creado.
De modo que no intento yo explicarlo.
Invito a que lo miren.
El resto, cuestión de imaginarlo.
No se ha creado.
De modo que no intento yo explicarlo.
Invito a que lo miren.
El resto, cuestión de imaginarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario