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sábado, 13 de noviembre de 2010

Donde van los que no vuelven?

Dicen las noticias que nada se sabe.
Dice algún volante pegado por ahí: "Estamos buscando a..."
¿Hasta cuando?  Cuánto tiempo pasa hasta que dejan de buscarlo?
O es que acaso alguna vez dejan de esperarlo?
Y después qué? Cómo se llena la ausencia del que se fue sin decir adiós para siempre? Cómo se vuelve la vida?
Insoportable, me atrevo a calificar.
Parece que andamos con incontables preguntas buscando respuestas, siempre. Y leí por ahí que a veces hay que aprender a vivir sin alguna respuesta, convivir con la pregunta de aquello que, tal vez, nunca sabremos. Y amigarnos con la idea.
Quizás si se crean altares en sus rincones, se santifican objetos y se veneran espacios intactos tal y como quedaron....sea para poder soportarlo.
Algo que ver, que visitar, donde ofrendar...


Yo no sé si haya fórmulas a seguir ni si sirve alguna de ellas. Pero sí sé que no podría pensar en seguir mi vida sin "esa" respuesta.
Dónde van los que no vuelven?
Dónde están?
Habrá un lugar para todos donde comparten los adioses que no alcanzaron a decir?

Cuesta tanto ponerle un nombre a la ausencia que cuando no tiene nombre debe llamarse Presencia.
Inmanente. Eterna. Contundente.  La presencia de los que jamás se fueron...
Tal vez  el lugar adonde van sea el mismo que recoge del pozo donde caen cada día, cada noche, la oscuridad,  la furia,  los insomnios, los llantos ahogados y las plegarias de los que quedaron esperando que regresen.

Y no sé qué o quien me despertó de la siesta a la memoria, pero igual no importa.
Hay algunos que no están, y eso es un hecho.

 

¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?



Jorge Luis Borges
(Fragmento de Ausencia)

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