Sobrepasa tanto la llegada de la vida, como consterna la llegada de la muerte.
Siempre.
La sabemos, y aun así golpea muy duro.
Será porque es la cachetada más fuerte, la que nos da vuelta la cara y nos pone frente a frente con la realidad que nos aguarda, paciente.
Será porque su tiempo no es el nuestro y eso nos coloca en desventaja.
Sabemos de la vida para cuando, los colores y los nombres; sabemos de la muerte casi nada.
Sólo que no hay supremacía más fuerte que la que se nos impone cuando se pronuncia.
“Se murió”.
Es definitivo, escandaloso. Como que no respeta lógicas, cálculos ni sospechas. Poder, dinero, cargo o circunstancia.
La Muerte.
La Muerte.
Terminante, autoritaria. Implacable.
Sucede.
Y no habría poder más imbatible en este mundo, de no ser por el que supone lo contrario, la Vida: el de las Madres.
Potestad ésta que a nada le teme, que a nada le escapa; que todo lo enfrenta, que todo lo puede. Que convierte, redime y santifica.
Que supera la barrera de los tiempos, y acorta las distancias, cuales fueran.
Que convoca, reúne y aglutina. Congrega sea en la tierra o en el cielo.
Masifica, desafía.
Trasciende las fronteras de esta vida y rescata del olvido hasta a los muertos.
DIA DE LAS MADRES
CIUDAD DE LOS MUERTOS
FLORES DEL ALMA (*)
(*) Qué es un haiku?
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